miércoles, 19 de enero de 2011

Café Nocturno

Desperté recordando la pesadilla
temiendo haber mojado mi cama de miedo
pero me encontré recostada en una camilla
comprobando que todo había sido cierto.

Un tubo salía de mi nariz a una máquina.
Intenté sacarlo y ¡Dios mío! Solté una lágrima.
¡Me era imposible mover un brazo!
Intenté con mis pies pero no había caso.
Una enfermera acudió a mi cuarto.
Había sido atraída por mi llanto.
Dijo que era raro que pudiera pestañear
luego de ese terrible daño cerebral.

¿Estaba condenada por el mente insana?
¿Debía quedarme de por vida en cama?
Puse mis posibilidades en una balanza
y sola ahí tirada perdí toda esperanza.
Pero ¿quién es éste que me trata con tanto cariño,
con la ternura con que actuaría un niño?
¿Un rayo de sol en esta lluvia incansable?
¿Qué personaje adoptó forma amable?

Es el doctor a cargo de mi rehabilitación,
hombre con quien me casé dos años después.
Tenemos una hermosa relación.
Gracias a él puedo mover brazos y pies.
Todo mi amor y trabajo se los dedico.
Nunca conocí a nadie tan sincero y fiel.
Me devolvió la vida que se había llevado el enfermo.
Ahora soy una exitosa abogada gracias a él.

Tal vez nada de esto habría sucedido
sin aquel loco asesino del Café.
Deben ser las cosas del destino.
Da igual, enserio, ya lo superé.