domingo, 17 de abril de 2011

Camino a su casa

Pantalones angostos, camisa cuadrillé, y zapatos de caña alta me vistieron para ir a la casa de mi novio.
Fui al paradero más cercano a mi casa a esperar que pasara el colectivo que me deja a media cuadra de su hogar. Pasaron unos cuatro buses que no tomé. Pero no importa, no iba apurada. Así son las vacaciones. HAY tiempo.
Me senté en el paradero a esperar. Miré hacia el lado y... un chico... demasiado guapo... algo mayor, vestido con pantalones angostos y un piercing que le cruzaba toda la oreja. Qué rudo.
Lo observaba por el rabillo del ojo y me sorprendía que no dejase de mirarme. Giré mi cabeza para encontrarme con sus ojos pero bajó la mirada y se fijó en sus zapatos.
Llegó otro de los transportes que me sirven para llegar a la casa de Camilo e iba casi vacía así que subí... Él también.
Me senté al principio y el misterioso chico lindo al fondo, así que mi aventura de conocer al personaje no cesaría hasta que me bajara en el paradero de mi destino.
Miraba para atrás ¿Qué esperaba encontrar? "Estás siendo una infiel mental Javierita" me decía mi Yo interior.... Pero... Me sonreía ¿Entiendes? ¿Qué persona me sonríe a mí en un colectivo? Seguramente es porque somos de la "misma especie".
...Valor. Nadie en ese bus me conocía. Me levanté y paseé por el pasillo del móvil hasta llegar un asiento más adelante que él. Nos miramos y reímos, como hablando por telepatía, pero no era la realidad pues anhelaba desesperadamente saber qué era lo que pasaba por su cabeza con cabellos color azabache.
¡NO! Llegué al paradero en el cual debía bajarme y su sonrisa se transformó en una mueca de pena.
Se abrieron las puertas y lentito bajé las escalas mientras lo miraba. Se cruzaron solo dos palabras.
Eduardo dijo él.
Javiera dije yo.
Las puertas se cerraron y el bus salió a la velocidad de la luz impidiéndome ver por última vez a Eduardo.
Y jamás he podido sacarme de la cabeza que cometí adulterio de pensamiento.