Salgo del colegio y a la altura de la casa de los gatos me pongo a imaginar ¿Sera porque los gatos me inspiran? En fin. El olor a cigarro fugaz es poético, pero más atrás venía un tipo pasado a mentholatum que me hizo recordar lo mal que me fue en la prueba. Camioneros durmiendo en sus camiones y automovilistas manejando sus automóviles, todo al mismo tiempo, y el gato negro dibujado en la pared. Viento y calor. En frente del restaurant chino, dos hombres. Uno con una flauta de madera y el otro con una guitarra con un estampado de flores pintadas con tempera me hacen pensar que hay personas mucho más felices que yo, pero a la vez deben de haber otras más tristes o desgraciadas. Pero no quiero que me recuerden por lo que realmente soy: una mujer, una caminante, una estúpida, una harpía. Sí, sí. Porque soy vengativa, me gustaría tener muñecos vudú de todas las personas que conozco y en especial a aquellas que me desagradan, para torturarlos. Y hablando de muñecos, ayer rompí al pingüino. Le saque un brazo antes de imaginarme a un gigante arrancándome el brazo a mí.
En cabildo olía a mar y en un pestañeo vi la playa, las personas de vacaciones, el arena volando en el viento y los puestos pesqueros. Uno posee otra realidad en la cabeza, un tiempo que pasa mucho más rápido, porque como plateaba el jazzman de aquel cuento surrealista de Cortázar, el tiempo de reloj puede marcar un par de minutos que en mientras la imaginación pasan algunas horas. Recuerdo todo, todo TODO lo que vi camino a casa y ahora sentada frente a las teclas lo escribo y hasta recuerdo a Johnny. Tengo buena memoria por lo que perdono poco. Todo me ha salido mal la verdad… Aquel que era no será más porque no sabe lo que me ha pasado, he tenido una semana de mierda y acá no huele más que a pollo cocido que revienta dramáticamente mi inspiración.
Y recuerdo todo, todo... menos la fórmula del empuje.
De todas maneras me sacaré un 1 en física.