Había una vez un cachorrito. Era tierno, lindo y todos los que llegaban a la casa de Ana decían que parecía de juguete.
Ana era rescatista de animales callejeros. Ese trabajo consiste en ir a basurales y lugares de bajos recursos y recoger en su mayoría perros y gatos, aunque ella se ha encontrado tortugas, serpientes y hamsters. Los cuidaba hasta que les encontraba una familia que se hiciera cargo responsable del animalito. Era una chica hermosa.
Al perrito que anteriormente te mencioné le puso Finn.
Finn no comprendía... ¿Por qué si era tan tierno y todos lo piropeaban, la bella Ana no hacía más que ignorar sus ladridos? Lo único que hacía era darle comida y agua, creo que hasta pasaba más tiempo con cualquier otro animal que con Finn... así que un día le preguntó:
- Ana... ¿Tú no me encuentras adorable?
- Sí Finn, más que a todos los animales que he rescatado.
- Entonces... ¿Por qué no me haces cariño?
- Porque eres tan hipnotizante que temo caer en La Estupidez.
... ¿La Estupidez? ¿A qué se refería Ana con La Estupidez?
Llegó el día en que el resto de los humanos iban a la casa de Ana a elegir un animal al que prometerían cuidar y amar. Una señora señaló a Finn y le dijo a Ana que era el cachorro que quería para su sobrina.
Ana se puso muy nerviosa, le dijo a la humana que esperara un poco mientras iba a preparar a su futura mascota, agarró a Finn y lo llevo a la cocina. Lo sentó sobre la encimera, tomó la pequeña cabeza del perrito con sus dos delicadas manos y lo miró a los ojos, brillantes como aceitunas.
- Finn, es la hora de decirte adiós.
- ¡ANA! ¡YO NO QUIERO IRME CON ESA SEÑORA! ¡NO QUIERO, NO QUIERO, NO QUIERO!
- ¡Perrito! Aún cuando te ignoré lo mejor que pude, caí en La Estupidez....
- ¿Qué es eso?
- Encariñarse con un ser que sabes que no será parte de tu vida, que será parte de la vida de otros seres.
- ¡¡¡Pero Ana!!! ¡Déjame ser parte de tu vida!
- No puedes... no podemos estar juntos, perrito, pero te prometo que serás muy feliz y que yo te extrañaré, pero seré feliz también.
Soy un perro adulto ahora. Carla, mi ama, me trata muy bien, la quiero mucho, pero no puedo dejar de pensar... de estar casi seguro de que mi vida era junto a Ana la rescatista. Sí, sí, qué trágico... el narrador de la historia es el perrito que fue separado del amor de su vida.
Y quizás son celos o que ella realmente me pertenece, pero espero que Carla muera, que muera la mascota de Ana si es que existe, y que volvamos a estar juntos... y así no ignore nunca más mis gemidos.