domingo, 7 de octubre de 2012

Fama

Tocó las puertas de cada casa preguntando por su amado, y le decían que ya no estaba allí en Quimbonco, sino que había ido a hacerse famoso al Capitolio.
Paloma había dormido demasiado tiempo, y al despertar no halló más que personas que apenas conocían a Samuel, su amado, y que sólo le contaban los estragos de la guerra civil. 
Caminó a paso lento todas las millas que separaban Quimbonco del Capitolio, para al llegar darse cuenta de que los comerciantes, cobradores y animales no eran otra cosa que fantasmas con un pie en la muerte y otro en la tierra que amaban, pues la música de Samuel y su mensaje de vida se les había grabado en el alma, y pese a las explosiones de granadas y ráfagas de balas asesinando a los habitantes, ninguno se había podido ir completamente.
Por eso siguió buscando en callejones, avenidas y plazas a su amado, con la esperanza de por lo menos pedirle el nombre del hijo que gestaba en el fondo de su vientre. Pero algo recordaba ella de Samuel... que era él un hombre lleno de mentira en su boca, en su alma y hasta en sus vísceras.
Cuando recorrió cada centímetro interrogando hasta a los microbios sin encontrar a su amado, sus sospechas fueron acertadas... Samuel no creía en su música y con la guerra civil ya había susurrado adiós.

Ella llegó demasiado tarde.