jueves, 10 de enero de 2013

Cotidiano movimiento

No se sube al transporte público, porque detesta el contacto con la gente. Eso de que siquiera le rozaran un brazo o cualquier célula de su cuerpo, la ponía nerviosa. No le gustaba.
Por eso camina las 16 cuadras que separan el parque con su hogar. Camina con cuidado y mirando al suelo, pasando desapercibida, tal como deseaba. No quería que por nada del mundo le vieran su colgante de gorrión. La hacía sentir segura contra la mala suerte, pero más vulnerable a los robos.
Acercándose al pasaje donde vive, ve que el camión de la basura está haciendo lo suyo, pero no quiere que la vean ni le silben ni le griten piropos, asi que se sienta en una banca que le da la espalda a su camino. Mientras escucha música en sus audífonos trata de inspirarse, pero se da cuenta que la música ha cambiado tanto en su reproductor, que le deja la mente en blanco, la estupidiza. Es una música demasiado pesada y compleja como para pensar en algo más que desmembrarla y buscarle un sentido.
Luego decide que ocho minutos son suficientes como para que el camión se haya alejado de su casa y lo pueda ver en la seguridad de la lejanía de las calles paralelas a su pasaje.

...Pero... ¡SORPRESA!

El camión de basura había desaparecido de la faz de la Tierra.