martes, 17 de mayo de 2011

Agonía

Detente un segundo y observa su último suspiro... podría ser lo más hermoso y triste que verás en tu vida... o en el día.

Cleopatra ya no quiere más.

Ya no mira al sol con dulzura y vigor. Su lozanía se le ha escapado y el verdor de sus hojas se extinguió dejándola amarillenta como los dientes de un fumador. No brilla a la claridad del otoño, y sus tallos se inclinan con vergüenza porque le ha ganado el frío.
Frío, frío.
El helado viento mordisquea el borde de sus hojas y éstas se doblan y entristecen.
Cada pétalo rosado ahora se posa sobre la almohada de tierra en su macetero de greda y lento, lento se pudren y la envejecen aún más.
Llora, llora Cleopatra. Llora sus flores, su hermosura, su vida.
¿Cómo tan poderosa belleza puede morir?
Las nubes grises se ríen de ella.
Es un león sin su melena. Una cebra sin rayas. Un pavo real sin cola.
Es una planta sin hojas, sin pétalos y sin vida, literalmente.
Frío, frío derrotó a Cleopatra.
El otoño sin compasión le arrancó su último respiro. Yace ahora su esqueleto de celulosa seco incrustado en la tierra fría... fría.