martes, 3 de mayo de 2011

Un lápiz nuevo

Camino a mi casa me fui observando las tiendas de la avenida.
Me llamó la atención una que era sombría, casi imperceptible, y que tenía una letrero con la forma de una inmensa lombriz, asi que, a pesar de que tenía tarea que hacer, entré por curiosidad. El típico sonido de campanitas que suelen hacer las puertas de las tiendas cuando alguien entra, era más bien un ruido de gruñidos a volumen bajo. El vendedor, detrás de una mesa cuya superficie sostenía la caja registradora y algunos artículos baratos, tenía el pelo negro y hasta los hombros, usaba una capa azul marino y un sombrero redondo y abultado del mismo color, que daba a su cabeza aspecto de hongo. Parecía un vagabundo completamente loco.
Vi muchísimos objetos no identificables, y lo menos fantástico que encontré, fue un lápiz a pasta con forma de serpiente, y como llevaba algo de dinero, lo compré.
Cuando estuve sentado en mi escritorio dispuesto a hacer mi tarea decidí usar el lapiz nuevo. Enrosqué la cola de la serpiente para que se descubriera la punta y comenzar a trazar los números de los deberes de matemáticas, pero al presionarlo contra el papel, el lápiz se volvió blando y se deslizó por mis dedos como una verdadera serpiente, hasta trepar a la ventana donde se giró para decirme entre siseos "No se lo cuentes nunca a nadie".
Después de éso se fue, dejándome con un temor inmenso a entrar a tiendas desconocidas.