miércoles, 5 de septiembre de 2012

Gracia

Se subió al transporte público y por primera vez no saludó al conductor. Algo realmente raro sucedía.
Miró el suelo durante una hora, llorando. Todas las canciones acompañaban sus lágrimas. Algunas más que otras, pero Barry White, De Saloon y Alicia Keys narraban con certeza su vida.
No levantaba la vista del suelo, pero ella sabía que la miraban, y sus botas estaban ya mojadas.

Hace un rato le había dicho adiós… y se fue caminando con los tontos pensamientos de que al girarse él estaría a un metro de ella, o que al subirse al colectivo estaría él esperándola… y lloraba aun más al comprobar que sus fantasías no eran más que eso, pero no lo culpaba… sólo se tragaba sus gritos y dejaba que se resbalara el agua por sus mejillas.
En el viaje pensó que tal vez había alguien observándola y especulando acerca de lo que le sucedía, tal como lo hacía él al mirar a los hacedores de completos armar la comida… eso le daba tanta risa antiguamente, pero ahora sólo la hacía llorar. Había tantas cosas por las que lo amaba y sólo una que no le permitía tenerlo.

Se prometieron cuidarse y reservarse hasta que hayan aparecido surcos en sus caras, porque ella no era de nadie más que de él, y cuando ya no sea así no tendrá importancia alguna porque ambos habrán fallecido. Aun así, no le gustó la despedida, ya que él no le dijo mucho… ella no supo si era una muestra de decepción y miedo, o que pensaba que era lo mejor. Ojalá hubiese sido más sincero conmigo.

La tristeza es siempre el motivo de su inspiración, por lo que recordaba porqué prefiere los números a las letras, los órganos del cuerpo a los países de Sudamérica… porque los escritores son unos infelices. Debería romper todo lo que le permite escribir y haberse comprado hace tiempo ese estúpido libro de recuerdos.

Él habría terminado en una banda de música mala y ella en un burdel, de no ser porque su vehículo chocó. Qué gracia usar la intertextualidad y el estilo indirecto libre. Y murió.