Querido Federico:
He de confesártelo mediante esta carta... hoy te fui infiel con el mar.
Dejé que me sacara el traje de baño al menos tres veces, dejé que me tocara con sus manos de algas multicolores y me despeinara como nadie, ni tú, lo había hecho.
Me ahogué en él un par de olas, y su sal se me metió en la boca, en la nariz, los ojos y hasta en los oídos, deseándome otitis.
Por último, no quería que me alejara de él, y me enterró los pies en su arena y me hizo cosquillas con las pulgas de mar... Fue inolvidable... perdón, no quería que sucediera, pero me he enamorado, y no volveré jamás a la capital, para poder estar para siempre con mi amor de verano.
Cuídate mucho... Linda