Me siento débil ante él. Se supone que ambos pensamos lo mismo, pero quizás me mintió. La primera vez que salimos, él no comió helado... mala señal.
Ya había explotado el Universo una vez, grietas se habían abierto bajo mis pies, casas habían quedado sepultadas bajo el hielo y bajo la sal, montañas se habían convertido en fosas obscuras y muchos animales habían dejado de sufrir metamorfosis.
Pero él tenía la cara sin expresiones del bufoncito de las cartas, y caminábamos como si nada de lo anterior hubiese ocurrido jamás. Me dolía el estómago de una manera impresionante a causa de la combinación nefasta entre escaleras, soda y la taquicardia que me producía estar junto a él. Yo debía mover la primera pieza. Cambié el vaso de mano para que se rozaran nuestros dedos, pero él no entendía, pequeña criatura sin sentimientos, o... por lo menos no quería exponerse a que lo mordiera, quizás ya sabía que yo no era humana.
Sin embargo, de un momento a otro, yo tocaba su mano y... tal vez él sentía la mía.
Sobre el tren, yo no tenía ojos, y apenas boca. Me sorprendía la cantidad de líquido que podía brotar de nuestras extremidades juntas, parecía que estábamos exprimiendo un limón. Hacía tanto calor.
Y sólo al final de la travesía, me di cuenta de lo ignorante que era, porque decidió acercar su boca a la mía y envolvernos en ese placer de caricias tiernamente lujurioso que nunca habíamos sentido, y eso claramente significaba que no tenía idea de que yo, realmente, era una licántropa.
De todas maneras creo que no se arrepiente de haber sido encantado por una loba, y quizás incluso algún día me convierta en humana... Pero debe suceder antes de la Luna llena.